“Si por las mañanas me veo al espejo y me
digo gordo y guapo, ¿me estoy buleando y acosando?” La pregunta me surge
mientras me pongo la ropa frente al espejo. Mi obesidad será tratada en alguna
entrega posterior, lo prometo. Me resulta complejo sustraerme a lo ocurrido en los
días anteriores aunque esta mañana mis pensamientos tienden al humor. Reparo en
que el asunto no puede ser gracioso cuando el acoso parece multiplicarse
cotidianamente. Decido colocar mi pregunta en Facebook como un ejercicio que de
antemano sé, no encontrará respuestas serias.
Casi
de inmediato Sara(1), una mujer interesada en temas de violencia de género,
responde: “depende el gesto y el tono que uses”. Ivonne(2), una pedagoga cuya
misión personal consiste en formarse y educar en temas de equidad, la secunda: “si
diste tu consentimiento no es ninguno.” Vale acotar que ambas son estudiosas
del derecho y aunque no temen bromear al respecto siempre se toman un momento
para mover a la reflexión. Sus respuestas me sitúan en la cordura y decido
compartir con ellas lo ocurrido en los días pasados. Mientras releo sus réplicas
caigo en la cuenta de cómo la sociedad nos ha educado en ese dinámica volviendo
el acoso algo normal. Creo que la mayoría de las hombres hemos caído en conductas
acosadoras sin tener plena conciencia que lo que hacemos no corresponde con la
normalidad de una sociedad que busca eliminar muchos tipos de violencia entre
ellas la de género. Habrá mujeres que repliquen esta aseveración afirmando que
sabemos a la perfección que lo que hacemos no es normal.
Días
antes, Karla(3), otra amiga estudiosa de la violencia de género y el feminismo, me
compartió algunas apreciaciones con respecto al “caso Plaqueta”. A continuación
enlisto algunos de sus comentarios:
- Ya no es (ni nunca ha sido) cool/chido/bonito/políticamente correcto molestar/chulear/lanzar piropos a las mujeres. Dar tu opinión/asombro cuando nadie te pregunta, no está bien.
- Esta supuesta "admiración por la belleza" e incluso, la asignación de lo que es bello o no, pasa por una relación de poder. Quien designa lo que es bello se instala en lo "alto" de la escala.
- La mujer como la representación máxima de la bella, una denominación propia de nuestras sociedades modernas, es otro adorno más a la armadura que se les pone a las mujeres como "seres para otros". "Que sean bellas, porque inteligentes no pueden ser..."
- Se legisla para "abolir" estas prácticas de machismo... Pero no se gana nada, porque ya lo han dicho varios especialistas en las ciencias sociales: nada pasa si se da en individual. Lo fuerte sucede en colectivo, a nivel social.
- Por eso "choca" el caso de la denuncia.
- Y es "legal" (se refiere a la denuncia) porque es un derecho defenderte con "las leyes".
- Pero como diría Lipovestky, las relaciones humanas no pueden estar reguladas a cada paso por leyes.
- Es odioso porque se ha tenido que recurrir hasta el marco legal para defenderse. Pero no hay solución al conflicto.
- Pienso con Lipovestky que es necesario el empoderamiento de las personas para marcar límites, para decir lo que no les gusta, para no dejarse sin tener que llegar hasta los tribunales. Así se crece, se suma a la conciencia del sí. Además, que se deja de ser víctima, para ser agente. "Porque puedo" decido decir “no me parece que me molestes.”
- Lo ideal sería que los varones también aplicarán el "calladito me veo más bonito" y que las mujeres irrumpieran en los espacios públicos con mayor seguridad.
Las
palabras de Karla siempre son luz cuando me siento confundido en temas de
equidad de género. De alguna manera ella me ha enseñado más que todos los
cursos juntos a los que me han enviado para capacitarme en relación a este
tema.
1. Sara Ayala Juárez.
2. Ivonne Martinez.
3. Karla Santamaría.
1. Sara Ayala Juárez.
2. Ivonne Martinez.
3. Karla Santamaría.
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